¿Qué tal preguntas ? ¿Como haces las preguntas? ¿Tienes miedo a preguntar? ¿Son tus preguntas claras? ¿Obtienes la respuesta que buscas? Desde mi experiencia, la mayoría de los directivos no se preocupan de este tema. No suelo encontrar «la habilidad de hacer preguntas» en ninguna lista de competencias de gestión, ni es una parte explícita del plan de estudios de las escuelas de negocios o en los programas de educación para ejecutivos. Sin embargo, hacer preguntas de manera efectiva es una parte importante del trabajo de un gerente – lo que sugiere que quizá valdría la pena que se fijaran un poco más.

Todos hemos experimentado momentos en los que hemos fallado siendo interlocutores, tal vez sin darnos cuenta. Por ejemplo, no hace mucho tiempo me senté en una reunión donde un equipo se entrevistaba con la empresa contratista para revisar el proyecto. Algo rutinario. Durante la presentación se desprende claramente de su lenguaje corporal que el ejecutivo se sentía incómodo con la dirección que el equipo estaba tomando su proyecto. Como resultado de ello, sin que el equipo preguntase la razón, se aplazó la aprobación de los siguientes pasos hasta que él pudiera tener un debate con el jefe de equipo. Cuando se reunió con el líder del equipo más tarde, le comento todas sus dudas y preocupaciones. Este fue capaz de explicar la idea y convencerle de que se alcanzarían sus objetivos, por lo que finalmente aceptó continuar con el proyecto. Desafortunadamente, el equipo había perdido su entusiasmo (y una semana de la productividad) y se dedico más en complacer a los patrocinadores que en hacer el mejor proyecto.

Esto no es un incidente aislado. Muchos gerentes no saben cómo investigar el proceso de pensamiento de sus subordinados, colegas y jefes – y en su lugar hacen suposiciones sobre la base de sus acciones. Y cuando esos supuestos están equivocados, todo tipo de controversias pueden aparecer.

Hay tres áreas en las que mejorar el «interrogatorio».

La primera es la capacidad de hacer preguntas acerca de ti mismo. Todos caemos en hábitos improductivos, a veces inconscientemente. Un buen directivo debe, por lo tanto, siempre estar preguntandose a sí mismo y a los demás acerca de lo que podía hacer mejor o diferente. Y lo hace en el momento adecuado, evitando crear con esto un conflicto y de manera que le respondan con sinceridad y confianza.

La segunda es la capacidad de hacer preguntas acerca de los planes y proyectos. La dificultad de estas preguntas estriba en hacerlo de manera que avance el proyecto y que también ayude a construir relaciones, y a las personas involucradas a aprender y desarrollarse. Esto no quiere decir que las preguntas no puedan ser duras y directas. Esto está en contraste con algunos directivos que (tal vez por su propia inseguridad) se hacen preguntas retóricas para demostrar que son el más inteligente, o sacar de su quicio a alguien. El método socrático es usado por muchos de los mejores gestores para entablar un diálogo qué ayuda a la gente a sacar sus propias conclusiones acerca de lo que se puede hacer para mejorar un plan o proyecto; Esto aporta mucho más al proyecto, al aprendizaje y por supuesto a las personas implicadas.

Por último, la práctica de hacer preguntas acerca de la organización. Aunque por lo general tácita, los gestores tienen la obligación de buscar siempre la manera de que la organización en su conjunto puede funcionar más eficazmente. Para ello, es necesario hacer preguntas acerca de las prácticas, procesos y estructuras: ¿Por qué hacemos las cosas de esta manera? ¿Existe un mejor enfoque? ¿Como puede hacerse mejor este proceso? Etc. La habilidad aquí reside en preguntar de manera que las personas preguntadas no se sientan violentadas, incomodas o puestas en duda en su trabajo.

La mayoría de nosotros nunca pensamos en cómo formular nuestras preguntas. Planteandonoslo no solo podemos mejorar nosotros mismos sino que ayudamos a otros a mejorar sus habilidades de investigación.

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